domingo, 14 de octubre de 2007

Avión de carga en tierra



Hoy termino mi temporada de técnico de extinción de incendios forestales, a las 12 de la noche acaba mi última guardia. Éste ha sido un año muy bueno en Málaga, con muy pocos incendios, incluso mejor que el 2006. Pero en este tema no se debe lanzar las campanas al vuelo nunca, porque de un año a otro se da la vuelta a la tortilla y como venga un verano con vientos secos, calor... podemos pasar al otro extremo. Es verdad que en Andalucía hay un dispositivo para luchar contra los incendios forestales que es muy bueno y estamos bastante preparados para hacer frente a los incendio, pero es imposible erradicarlos totalmente y hay fluctuaciones, años mejores y otros peores.

Otra artista más en la familia


Tengo una familia de artístas, resulta que mi prima es otra ¡artistaza!, de los pies a la cabeza. Ha sacado un disco que se titula "Bajo la piel, y del que podeis escuchar algunos fragmentos en su página web www.cristinamora.com y despues lo podeis comprar por 12,5 € euros de nada y prohibido bajarselo de la mula que está muy feo hacer eso con los que están luchando por abrise camino en el duro mundo de la música...

La tía Angelita


Aprovecho este cuaderno para presumir de tía poeta, la autora del poema anterior es la hermana de mi madre, la tía Angelita, no se si le hará mucha gracia que le llamemos así, pero es como la llamamos en la familia. Bueno os cuento lo que ponen en la página Cordobapedia:

Nació en Rute, Córdoba, en 1952.
Vive en Granada desde comienzos de los ochenta donde obtuvo su Licenciatura en Filología Hispánica por la Universidad de Granada.
Publicó su primer libro de poemas cuando aún era estudiante de Filosofía y Letras y desde entonces ha incursionado en la llamada Poesía de la Experiencia junto a importantes autores.Es Presidenta de la Asociación de Mujer y Literatura Verso libre y miembro numerario de la Academia de Buenas Letras de Granada. En el año 89 obtuvo el Premio Rafael Alberti de poesía por su libro «La Guerra de los treinta años» y en el año 2000 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla por «Contradicciones, pájaros». Otros libros de su obra poética son: «Pensando que el camino iba derecho» 1982, «La canción del olvido» 1985, «La dama errante» 1990, «Silencio» 1994, «Elegía y postales» 1994, «Cámara subjetiva» 1996 y «Canto de sirenas» 1997.

Y una gran poeta, Ángeles Mora

El infierno está en mí

Pasos de un peregrino son errante
Góngora


El infierno no son aquellos otros
que siempre se quedaron lejos
de mi calor:
el infierno soy yo.
Mi nombre es el desierto donde vivo.
Mi destierro, el que me procuré.
No me he reconocido en este mundo
inhóspito,
tan ancho y tan ajeno.
Supe que mi equipaje, demasiado indeciso,
pronto me delataba: este mundo tampoco
se reconoce en mí.
Yo siempre estuve fuera,
en otra parte siempre.
Soy una extraña aquí.
Sólo tengo una fuerza, sólo un secreto acaso:
esta voz que me escribe,
el doble que me habita en el silencio.
Este otro, mi infierno,
el vértigo
que al despertar me empuja
a una huida sin fin.

Estos son sólo pasos
de un peregrino errante.
Los caminos
que no me pertenecen,
las palabras prestadas que los días
dejaron en mi oído.



De: Contradicciones, pájaros

Un poco de poesía....


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Luis Cernuda

Artículo de Rosa Montero sobre la barbarie de Tordesillas. Publicado en EL PAIS el martes 16 de septiembre de 2003.



Otra vez

Me consta que en Tordesillas hay gente estupenda. Es decir, no todos los habitantes de esa hermosa e histórica ciudad son unos tarados y unos sádicos. No todos están a favor de esa aberrante tortura del Toro de la Vega, consistente en que una horda de enfermos acribillan lentamente a un toro hasta matarlo, alanceándole a cachitos, atravesándolo como a una aceituna (hoy vuelve a celebrarse este martirio, quizá esté sucediendo en este momento). Me consta que en Tordesillas hay gente estupenda, y lo que lamento es que algunos se dejen llevar por la retórica patriochiquera de los más bestias. Y así, aunque les desagrada el suplicio del animal, cierran filas con los verdugos por creer que quienes critican el Toro de la Vega están criticando Tordesillas. La verdad, no entiendo muy bien ese sentido del terruño. Más bien deberían arremeter contra los energúmenos que están ensuciando año tras año la reputación y el prestigio de la ciudad y que están convirtiendo Tordesillas en un lugar siniestramente célebre. En 2000, la Junta pepera de Castilla y León cometió la suprema indecencia de declarar tradicional la salvajada del Toro de la Vega; pero este año, el Defensor del Pueblo de Castilla y León (allí se llama Procurador del Común) ha remitido dos resoluciones maravillosas, una a la Junta y otra al alcalde de Tordesillas, en las que habla de la crueldad del espectáculo y de la necesidad de humanizarlo. En 1966, la Comisión de Fiestas del Toro de la Vega, prohibido por entonces, propuso hacer el acto sin causarle ningún daño al animal, sin lanzas ni acuchillamiento. Ahora el Procurador del Común, basándose en esta antigua propuesta de la propia Comisión, insta a los implicados a evitar el atroz suplicio, porque, explica, “la crueldad con los animales es una conducta totalmente rechazada por las sociedades modernas y así se recoge en la legislación demuchos Estados (entre ellos nuestro Código Penal), con el fin de defender, sobre todo, la dignidad del hombre, que actúa de forma indigna y moralmente reprobable cuando maltrata a los animales”. Ahora sólo falta que los ciudadanos civilizados de Tordesillas (a los que considero mayoría) convenzan y venzan a los bárbaros y modifiquen la fiesta para que deje de ser una carnicería.

Artículo de Antxon Olabe publicado en EL PAÍS el sábado 5 de junio de 2004.

La tortura de animales como espectáculo amparado y protegido por la autoridad es síntoma de grave debilidad en la musculatura ética de la sociedad que la tolera. La reciente aprobación por el Ayuntamiento de Barcelona de un manifiesto antitaurino, avalado por más de 250.000 firmas, ha vuelto a abrir el imprescindible debate sobre un tema que muchas personas de este país vivimos desde hace años como una ofensa a nuestra sensibilidad y valores. Desde el siglo XIX hasta nuestros días han sido numerosos los intentos tanto individuales como de grupos progresistas de poner fin a la mal llamada fiesta nacional. Hasta el momento han acabado triunfando los valedores de esa España anacrónica y rancia en la que el toreo es poco menos que símbolo de la idiosincrasia y carácter del país. Esta vez, sin embargo, se atisba ya en el horizonte el fin de un espectáculo que para muchos refleja un exacebado embotamiento de la sensibilidad. Pocos países hay en el mundo que hayan cambiado tan positivamente como el nuestro en los últimos 25 años. Desde que recuperaron las instituciones democráticas, los pueblos de España han desarrollado una sociedad abierta, plural, moderna, culta, incluso solidaria y pacifista. La reacción ciudadana a los trágicos acontecimientos de marzo en Madrid ha aportado la mejor demostración de que podemos sentirnos muy orgullosos de la sociedad surgida de la Transición. Sin embargo, siendo indudable que este país se ha incorporado de lleno a la Europa democrática y a los valores de la Ilustración, no es menos cierto que en sus estratos profundos subsisten reminiscencias de aquella España negra, preilustrada, que supo retratar el genio de Goya. Algunos apologetas de la fiesta han argumentado que el toreo supone un elemento diferenciador de la cultura y la tradición española. Sin embargo, en la Inglaterra del siglo XII y hasta bien entrado el siglo XVIII, ya existían espectáculos con toros como el bull-baiting, en los que participaban perros especialmente preparados para ello —bulldogs— y en Roma se celebraban corridas de toros en el siglo XIX. Pero los valores de la Ilustración generaron una sensibilidad social incompatible con la tortura pública de animales como forma de diversión y esos espectáculos fueron desapareciendo de la geografía europea. Una de las vivencias que más me impactó en los años que viví en Inglaterra en la década de los 90 fue ver las importantes movilizaciones sociales asociadas al movimiento animal rights. Guardo en mi retina las imágenes de decenas de miles de personas manifestándose en contra de las penosas condiciones en las que eran transportadas las vacas y ovejas a la Europa continental, manifestaciones en las que llegó a morir una persona atropellada por los camiones cuyo embarque trataba de obstaculizar. Aquellos manifestantes estaban actualizando una lucha social —los derechos de los animales— en la que su país había sido pionero. Ya en el lejano 1824 se había creado en Inglaterra la primera sociedad protectora de animales del mundo —The Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals (RSPCA)—. Como resultado de sus esfuerzos, hoy día somos cada vez más las personas que en todo el mundo exigimos que los animales sensibles, capaces de sufrir, vean reconocido su derecho a ser tratados con respeto y a no ser sometidos a un trato cruel. Resulta penoso ver que cuando en diversos Estados miembros de la UE, y en la propia Unión, se ha comenzado a legislar sobre el establecimiento de unas condiciones mínimas de dignidad y bienestar en el trato con los animales en las granjas, en España se mantenga un espectáculo público basado en la tortura de pacíficos rumiantes, los toros. La mayoría de las sociedades tradicionales que han surgido a lo largo del tiempo en este hermoso planeta se han relacionado con las otras especies desde una cosmovisión basada en la sacralidad e interdependencia de todo lo existente. En las sociedades tradicionales el ser humano se veía y comprendía a sí mismo formando parte de un tejido y un aliento vital que lo incluía todo. Para esas culturas, la Tierra no pertenecía al hombre, sino que el hombre pertenecía a la Tierra. Pero para nuestra sociedad la naturaleza y los seres que la habitan hace tiempo que han perdido su carácter numinoso. Ya no son portadores del aliento sagrado de la vida. Son poco más que objetos, cosas que están ahí y que podemos disponer a nuestro antojo. Perdida una visión basada en la interconexión y la mutua interdependencia, la cultura occidental ha acabado atropellando a la biosfera, generando un genocidio masivo de otras formas de vida —la tasa de extinción de especies es, en la actualidad, entre 100 y 1.000 veces superior a los tiempos prehumanos—. Por ello, ante este nuevo día mundial del medio ambiente promovido por las Naciones Unidas quiero rendir honor a aquellos pueblos y culturas que supieron generar desde lo más profundo de sus corazones otras visiones sobre la naturaleza y los seres vivos que la pueblan, citando unas palabras del que sin duda ha sido el mejor manifiesto ecologista escrito en toda la historia. “He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué sería del hombre sin animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual, porque lo que les sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo está entrelazado”, dejó escrito el Gran Jefe Seatle, nativo de las praderas americanas. Muchos de nosotros hemos visto también morir a miles de hermosos toros en las plazas de nuestras ciudades en espectáculos de sangre y crueldad. Quizás seamos salvajes que no comprenden los valores estéticos y culturales de la fiesta, pero lo que sí sabemos es que, en esos espectáculos, nobles y pacíficos animales sufren indeciblemente y que nosotros sufrimos con ellos.

Antxon Olabe es asesor ambiental.