domingo, 14 de octubre de 2007

Artículo de Rosa Montero sobre la barbarie de Tordesillas. Publicado en EL PAIS el martes 16 de septiembre de 2003.



Otra vez

Me consta que en Tordesillas hay gente estupenda. Es decir, no todos los habitantes de esa hermosa e histórica ciudad son unos tarados y unos sádicos. No todos están a favor de esa aberrante tortura del Toro de la Vega, consistente en que una horda de enfermos acribillan lentamente a un toro hasta matarlo, alanceándole a cachitos, atravesándolo como a una aceituna (hoy vuelve a celebrarse este martirio, quizá esté sucediendo en este momento). Me consta que en Tordesillas hay gente estupenda, y lo que lamento es que algunos se dejen llevar por la retórica patriochiquera de los más bestias. Y así, aunque les desagrada el suplicio del animal, cierran filas con los verdugos por creer que quienes critican el Toro de la Vega están criticando Tordesillas. La verdad, no entiendo muy bien ese sentido del terruño. Más bien deberían arremeter contra los energúmenos que están ensuciando año tras año la reputación y el prestigio de la ciudad y que están convirtiendo Tordesillas en un lugar siniestramente célebre. En 2000, la Junta pepera de Castilla y León cometió la suprema indecencia de declarar tradicional la salvajada del Toro de la Vega; pero este año, el Defensor del Pueblo de Castilla y León (allí se llama Procurador del Común) ha remitido dos resoluciones maravillosas, una a la Junta y otra al alcalde de Tordesillas, en las que habla de la crueldad del espectáculo y de la necesidad de humanizarlo. En 1966, la Comisión de Fiestas del Toro de la Vega, prohibido por entonces, propuso hacer el acto sin causarle ningún daño al animal, sin lanzas ni acuchillamiento. Ahora el Procurador del Común, basándose en esta antigua propuesta de la propia Comisión, insta a los implicados a evitar el atroz suplicio, porque, explica, “la crueldad con los animales es una conducta totalmente rechazada por las sociedades modernas y así se recoge en la legislación demuchos Estados (entre ellos nuestro Código Penal), con el fin de defender, sobre todo, la dignidad del hombre, que actúa de forma indigna y moralmente reprobable cuando maltrata a los animales”. Ahora sólo falta que los ciudadanos civilizados de Tordesillas (a los que considero mayoría) convenzan y venzan a los bárbaros y modifiquen la fiesta para que deje de ser una carnicería.

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