Este artículo apareció el 12 de diciembre de 2007, en el periódico diagonalperiodico.net (pincha para leerlo completo)
Movimiento animalista
Los animales son tratados perversamente por culpa del endiosado antropocentrismo del hombre, un antropocentrismo que, si bien desde el punto de vista científico está caduco, todavía contamina gran parte de nuestra ética. Pero los valores cambian, y al igual que ahora vemos con horror la esclavitud, que antaño se admitía como algo normal, la conciencia hoy nos dice que es moralmente intolerable causar sufrimientos innecesarios a los animales, pues el dolor tiene las mismas consecuencias nocivas para quien lo experimenta, siendo tan indeseable para los animales como para los humanos.
Tal capacidad de sufrir de los animales es el punto de partida del movimiento animalista que emerge, imparable, frente al abyecto trato que el animal humano dispensa al resto de las criaturas por el simple hecho de que pertenezcan a otra especie, discriminación llamada especismo, tan injusta y arbitraria cual las discriminaciones étnicas o de género. (...)
Ser animalista tampoco es ser ecologista, aunque la opinión pública confunda ambos conceptos: al animalista tanto le indigna la agresión a un gato callejero como a un lince, mientras que el ecologista, en cuanto tal, se preocupa por las águilas y no por las gallinas hacinadas en jaulas. Vemos, entonces, que el ideal del movimiento animalista es la lucha contra el sufrimiento ajeno, algo que le equipara con cualquier ONG que trabaje por otras causas humanitarias. Filósofos de reconocido prestigio como Jorge Riechman o Jesús Mosterín no dudan en afirmar: “Los movimientos de defensa de los animales son portadores de un verdadero progreso moral para sociedades como la nuestra”. Sin embargo, a los animalistas no se nos mira con buenos ojos por un sector ciudadano que, irritado en su especismo, critica que dediquemos tiempo y esfuerzo en favor de los animales, habiendo como hay tantos problemas en el mundo.
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