jueves, 18 de octubre de 2007

Interesantísimo artículo


Este interesantísimo artículo apareció el Jueves, 18 de Octubre de 2007, en Granadahoy.com

El hombre, un lobo... para el lobo.


Luis Gómez Jacinto, Catedrático de Psicología Social de la Univ. de Málaga.

HOMO homini lupus. La expresión se corresponde perfectamente con la historia de la humanidad, que puede ser narrada a través de las decapitaciones, crucifixiones, desmembramientos, quemas de herejes, cámaras de gas, bombas nucleares y todo el arsenal de la capacidad humana para la destrucción. A medida que aumentaba este inventario de horrores hemos ido desarrollando todo un repertorio de herramientas morales que nos permiten incluir a cada vez más personas dentro de nuestro círculo moral y afectivo. Debemos felicitarnos por esto y seguir ahondando en el reconocimiento de la dignidad del ser humano, sin que un hombre sea un lobo para otro hombre. Ahora llega el momento de preguntarnos por qué los hombres somos también unos lobos para los lobos, para los otros animales con los que compartimos el mundo.
En este mes de septiembre se celebran las fiestas del pueblo vallisoletano de Tordesillas. El festejo más conocido de las mismas es el toro de la Vega: ancestral ritual taurino en el que un ejemplar de más de 500 kilos es alanceado por caballistas y peones hasta darle muerte. Prohibida desde hace unos pocos años, la tradición dice que quien acierte con la lanza de muerte puede cortar los testículos del toro y mostrarlos orgullosamente en la punta de su pica. El ganador es aclamado por el pueblo y obtiene del Ayuntamiento una lanza de hierro forjado. No es difícil encontrar en la geografía española fiestas similares, en las que un pueblo entero somete a un animal, habitualmente un toro, a tradiciones consistentes en adornarlo con alfileres, pasearlo enmaromado por las calles del pueblo, coronarlo con bolas de fuego en los cuernos, derribarlo, y otras antiguas y crueles costumbres con el eufemístico nombre de tradiciones populares. Como en otros aspectos, España no es diferente a otros países en esto de la crueldad festiva hacia los animales. Buena cuenta de ello pueden dar los zorros ingleses, los gallos latinoamericanos, los gorilas africanos o los elefantes asiáticos. Hay en los seres humanos de los más diversos lugares geográficos una fascinación por el dolor, la sangre y la muerte de los miembros de otras especies. Pareciera que la crueldad formara parte de nuestra propia naturaleza.

La crueldad es infligir deliberadamente un dolor físico o psicológico a un ser vivo, con indiferencia a veces, pero con el evidente deleite del perpetrador en la mayoría de las ocasiones. La crueldad es un subproducto conductual de la actividad predatoria del homo sapiens, motivada por los refuerzos, alimenticios básicamente, que se derivan de esta adaptación. Está estrechamente unida al denominado complejo dolor-sangre-muerte del que están dotadas las especies cazadoras. Este complejo activa el comportamiento predatorio y cazador: el terror de la presa y el forcejeo por escapar, el derramamiento de su sangre, los gritos mientras sufre graves heridas y es devorada todavía viva. Compartimos con otros depredadores este rasgo, pero la crueldad requiere un sistema cognitivo y social muy avanzado, como el que nosotros poseemos. En nosotros, el disfrute con la crueldad es una manifestación culturalmente elaborada de la adaptación predatoria.

La historia de la humanidad ha visto muchas formas de canalizar esta predisposición al deleite con el sufrimiento de otros seres vivos. En la mente del lector estarán ritos y espectáculos crueles que históricamente los seres humanos hemos montado para arropar religiosa, ideológica y culturalmente el ancestral instinto predatorio. El circo romano, los castigos y ejecuciones públicas medievales, los sacrificios humanos, son buenos ejemplos de la crueldad como entretenimiento. El derramamiento de sangre de las víctimas, sus gritos de dolor y su muerte provocaban en los espectadores un alto nivel de activación emocional. Esta activación es la que guía también nuestra mirada morbosa hacia un accidente de tráfico, un acto violento o una película de terror.

La crueldad hacia los animales es la parte más arraigada de esta tendencia humana. Los actos crueles contra los animales se consideran, en muchas ocasiones, como el resultado inevitable de una actividad beneficiosa o necesaria para el hombre. La alimentaria es la más evidente. Otra, menos obvia, es la experimentación biomédica en la que se produce pero no se desea y se trata de evitar el sufrimiento de los animales. También hay ocasiones en las que simplemente se ignora o se niega el padecimiento animal.

Lo que algunos denominan crueldad sádica se caracteriza porque el sufrimiento del animal es intencionado y es motivo de entretenimiento para el causante del daño. Esta forma de crueldad es menor ahora que en el pasado. Afortunadamente, el desarrollo cultural de las sociedades modernas ha ido poniendo freno a esta pasión cruenta. Sin embargo, los ritos, los espectáculos y las fiestas en las que se inflige un sufrimiento al animal, única y exclusivamente como parte del entretenimiento de los espectadores, siguen estando presentes en este mundo postmoderno.

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